Una consultoría de revisión

0

Por: Wilson Jaimes Castaño

En diciembre de 1996 conocí a una de mis madres: Susana (o abuela Susa, como le llaman mis hijas). Fue un encuentro muy especial porque se sintió como cuando llevas mucho tiempo sin ver a una persona que quieres mucho. Bueno, así me hizo sentir ella y hasta el día de hoy me sigue mostrando su cariño.

Susa es una docente de vocación y todos nosotros, sus hijos, hemos aprendido de ella a trabajar con disciplina, tratar a todas las personas con el mismo respeto y, sobre todo, a valorar a la familia. Pero quizá, una de las mayores enseñanzas de Susa ha sido el de generar consensos en medio de las diferencias como un catalizador que garantiza avanzar y lograr las metas. Así que aunque no todos piensen igual, jamás he visto discusiones en su casa que no terminen en arreglos y la familia siempre se muestra unida.

Esta lección me ha ayudado a entender que no siempre pensar diferente debe generar una confrontación y que, si escuchamos con atención, podemos aprender mucho más que de lo que ya estamos seguros.

El mundo requiere con urgencia aprender esta clase de la «seño Susa» porque parece embarcado en una carrera desenfrenada de polarización donde muy pocos ganan y la gran mayoría (sin tener claridad) pierde.

Los ejercicios para lograr acuerdos a nivel internacional son numerosos, ya sea para acabar un conflicto bélico entre naciones, para lograr la cooperación en temas sociales y humanitarios, y los más frecuentes son con fines comerciales.

Todos estos consensos se dan, por lo general, entre países de una misma región o con intereses comunes. Sin embargo, existen dos iniciativas mundiales concatenadas que se han gestado en busca de un destino superior común: lograr el desarrollo humano, entendido como el alcance de todo el potencial de cada persona en el planeta. Estos son los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

Ambas iniciativas, nacidas al interior de las Naciones Unidas, colocaron, por primera vez, a todo el planeta en una misma agenda con metas realistas, fáciles de comunicar y con mecanismos de seguimiento, lo que se convertía en la apuesta más ambiciosa para lograr mayores niveles de bienestar en todo el planeta, justo con la misma equidad que maneja Susa con todos sus hijos.

Ahora bien, la definición de los ODM tuvo como antecedente casi una década de conferencias y cumbres, hasta que se acordó la Declaración del Milenio en el año 2000 por 189 Jefes de Estado y de Gobierno. Así se trazó el plan para alcanzar 8 objetivos, medidos en 21 metas, en un plazo de 15 años. De ellos, 3 objetivos estaban orientados a brindar oportunidades a las personas, otros 3 a temas de interés en salud pública, 1 al tema ambiental y 1 para promover las asociaciones necesarias para alcanzar el desarrollo.

Al final de este periodo, la evaluación inicial arrojó unos saldos promedios muy positivos, pero al hacer un barrido por los países, se encontró que esa medición escondía unas desigualdades gigantes que impedían para muchas regiones del mundo mejorar sus condiciones de oportunidades para la gente e incluso, en muchos países, los indicadores sociales se habían desmejorado.

Esto obligó a replantear una nueva agenda mundial que redujera esta brecha. Así que desde 2012 se inició la gestación de un nuevo derrotero global, pero esta vez parece que la ONU atendió algunas recomendaciones de Susa (versión no oficial) porque, a diferencia del proceso anterior, la definición de los ODS vinculó a más de 10 millones de personas alrededor del mundo, lo que permitió hacer unos ajustes trascendentales, tales como un mayor compromiso de los gobiernos en la adopción y financiación de las medidas orientadas a alcanzar estos objetivos.

Pero sin duda, el ajuste más importante fue haberle dado un enfoque de sostenibilidad al desarrollo de las personas. El proceso de consulta mundial demostró que existe una relación estrecha entre la salud del planeta y las condiciones de vida de la gente. De ahí,
que de 1 sólo ODM con enfoque ambiental se pasara a 5 ODS que relacionan el cuidado de los ecosistemas, las fuentes de agua, el saneamiento básico y los procesos productivos limpios, con el bienestar de la población mundial.

El cambio climático escaló en importancia en la discusión de los ODS, porque no solamente está colocando en riesgo la supervivencia de la población mundial en un futuro cada vez más próximo, sino que ya está mostrando sus efectos acabando con los medios de subsistencia de comunidades pobres y consecuentemente, agravando las tensiones sociales.

Sus efectos ponen en peligro la seguridad alimentaria, la disponibilidad de agua, la vida en las ciudades, nuestras costas y la salud pública.

De esta manera, en 2015 se definieron 17 ODS, medidos en 169 metas y con el mismo plazo pactado para los ODM. Pero ahora, mientras la agenda de los ODS cursaba su quinto año de ejecución, se presenta esta pandemia que obliga a revisar sus alcances y estrategias porque las medidas adoptadas por los países para reducir el riesgo de contagio y evitar el colapso de los sistemas de salud, generó efectos adversos en los objetivos planteados, los cuales no sólo retardan su logro, sino que han revertido incluso los avances que se habían alcanzado con el trabajo por los ODM.

En este escenario de economías en recesión, tasas de desempleo exagerado, altos niveles de desescolaridad, profundización de las desigualdades y una tensión social fuerte, el reto de los ODS no parece fácil para el planeta. No obstante, si la ONU sigue el consejo de Susa (esto no está confirmado), no puede desfallecer en el esfuerzo, no solo de recuperar lo que se ha perdido en medio de esta pandemia, sino de alcanzar las metas trazadas por los ODS aunque nos tome más tiempo. Y para esto, el apoyo de los organismos multilaterales debe
ser más decidido para que no se generen nuevas inequidades porque el espíritu de los ODS no es el bienestar de unos pocos, ni el de la mayoría, sino el bienestar de todos, justo como sucede en la casa de Susa.

Tal como la conozco, estoy seguro que si Susa no está ofreciendo una consultoría al PNUD en la revisión de los ajustes a los ODS por la pandemia, igual lo haría gustosa porque tiene mucha experiencia en lograr consensos y salir de las situaciones más retadoras.

Eso sí, ella preferiría que la lleven a la sede de la ONU en New York para ofrecerles su experiencia, pero yo les aconsejo que mejor la visiten porque es una gran anfitriona y en su casa siempre hay buena comida. Mañana mismo la visito, para ir preparando su agenda y el menú.

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

14 + = 22

A %d blogueros les gusta esto: